lunes, 27 de mayo de 2013

Natillas



Allí encontré las natillas, igualitas a las que nos ofreció una vez Francis Mallman! ¿Me dejas copiarlas? Mezcle 3 tazas de harina con 1 y ½ taza de azúcar, 4 huevos y un poquitito así de sal. Cuele, distribuya en terrinas de barro y cocine a baño de María, en una cacerola tapada y sobre la hornalla, 20 minutos (hasta que la crema esté firme). Una vez fría la crema, espolvoree la superficie de cada una con azúcar molido, queme con una planchita y... ¡cómaselas!


Versión 2:


¡Gracias por las recetas que me enviaste! Ya mismo transcribo la de las natillas pues la vez que la publiqué… un diablito de imprenta – que siempre los hay – en lugar de azúcar puso… ¡harina! Un desastre. Espero que tu fórmula me reivindique: Bata en una cacerola 6 yemas con 150 gramos de azúcar. Aparte, en otra cacerola, hierva ½ litro de leche con una rama de canela. Entonces vierta de a poquito esta leche hirviendo sobre las yemas, mientras revuelve rápidamente. Ahora lleve al fuego la mezcla revolviendo continuamente hasta que espese, pero sin que llegue a hervir (¡si hierve, se corta!). Cuele la crema por un colador fino, distribúyala en platos soperos (así se sirve allá) y, cuando esté bien fría, espolvoréela con nueces. ¡Bárbara! Si Goethe la probara, seguramente exclamaría: “Lo verdadero es sencillo y no da mucho que hacer” ¡Glup!




Versión 3:

La fórmula correcta de las “natillas” es esta: “Leche, 3 tazas; azúcar, 1 ½ taza; huevos, 4”. ¿Estoy perdonada? Jesús decía: “Perdona no te digo hasta siete, sino hasta setenta veces siete…” (Bueno… ¡bah!... No exageremos…)


Versión 4:

¡Cambiemos de tema! Año Nuevo… ¡erratas viejas para salvar! ¡Marchen unas “natillas” bien hechas para la Sra. Judith de Santín…! Esta vez cocinaré sólo una porción: mezcle 1 huevo con 1/3 de taza de azúcar y ¾ de taza de leche, apenitas de sal y algo más de esencia de vainilla. Cuele en una cazuelita individual bien enmantecada, tape y cocine sobre la hornalla, a baño de María, hasta que esté firme. Una vez fría, si quiere, espolvoree la superficie con azúcar molido, “plánchela” con un hierro caliente y… ¡glup!





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