sábado, 9 de mayo de 2015

Las fugazzetas de Doña Benita






Cuando yo digo que “Doña Benita cocina como los ángeles”, es porque creo que los ángeles son tan livianitos como las fugazzetas que ella prepara y que Cito – su benjamín – devora por docenas. ¿Qué en qué consisten las famosas “fugazzetas”? Simplemente: unos pastelitos fritos inflados, de queso, hechos con masa finísima como la del Strudel, que resultan más ricas cuanto más se quema uno comiéndolas y empujándolas con vino de la mejor cosecha. (“La vejez no es soportable sin un ideal o un vicio”. DUMAS) ¿Las hacemos? Ponga sobre la mesa en forma de corona (aunque estas fugazzetas tengan alma de proletarias) 2 tazas de harina (tamaño té). Coloque en el centro un poco de sal, 1 cucharada de aceite y más o menos 1 taza de agua tibia (tamaño té) como para formar una masa blandita y elástica que dejará descansar tapada un buen rato, mientras tira por unos segundos la zapatilla al techo releyendo a Almafuerte: “Nadie podrá decir: yo soy el pleno / yo soy el intachado de seguro; / pues el que quiera conservarse puro / muchas veces tendrá que no ser bueno…” Vuelva ahora a poner los pies sobre la tierra ¡perdón!, la masa sobre la mesa y estírela finita como papel de calcar. Entonces, sí: corte unos discos del tamaño de un plato de postre y otros 1 cm más chicos. Sobre los grandes, en el centro, acomode trozos de queso fresco. Pinte alrededor con clara de huevo y doble el borde sobrante hacia adentro, presionando pero sin hacer ningún repulgo grueso. Una vez todas hechas… ¡ATENCIÓN! Fríalas en abundante aceite caliente colocándolas “panza abajo”. Y mientras se fríen, vaya bañándoles las espaldas con la fritura, usando para ello una cucharita, hasta que la masa se infle bien (las fugazzetas siempre me parecieron pastelitos embarazados) y los comensales se peleen por hincarles el diente. Hágalas ya. “Llegar joven es llegar dos veces.” ¡Glup!



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